El siguiente número de la revista Urban, que saldrá en el mes de marzo, estará dedicado parcialmente a explorar los conflictos de la ciudad contemporánea. En el curso de su edición hemos puesto en marcha una iniciativa que esperamos tenga buena acogida: un sondeo para preguntar a una serie de figuras de referencia su opinión sobre este tema. Aunque aún estamos pendientes de recibir algunas respuestas, se han pronunciado ya autores como Peter Hall, Saskia Sassen o Mike Davis. Los participantes dibujan un perfil multidisciplinar —desde la arquitectura y el urbanismo a la geografía y la sociología urbanas, la antropología, etc.— e internacional —hay contribuciones desde Asia, América del Norte y Sur y Europa— lo que, esperamos, servirá para proporcionar a los lectores un retrato amplio y complejo de la realidad urbana y el pensamiento urbanístico más candentes.
La idea surgió ante la extraordinaria diversidad —incluso podríamos decir, la dispersión— de temas y enfoques de los artículos recibidos en la convocatoria lanzada para este número, la más exitosa hasta el momento con casi 40 trabajos. En esa situación nos pareció oportuno tratar de acotar los términos del problema, consultando a renombrados autores en toda una serie de disciplinas relacionadas con la investigación urbana su parecer al respecto en cuatro preguntas muy sencillas:
– ¿Cuáles son los principales conflictos de la ciudad contemporánea?
– ¿Cuáles son los principales campos de acción para resolver o paliar dichos conflictos?
– ¿Cómo puede contribuir su disciplina en ese proyecto?
– ¿Podría, a modo de ejemplo, mencionar alguna política, plan o intervención efectiva en esa línea de trabajo?
Estamos traduciendo las intervenciones y, como muestra y para abrir boca, os dejo a continuación una de las respuestas que Ivor Samuels, de la Universidad de Birmingham, da a la primera pregunta. El escenario que dibuja es revelador y preocupante, anticipando cuál puede ser el destino de nuestras políticas urbanas en un contexto de recortes generalizados.
En Reino Unido el entorno urbano actual es el resultado de treinta años de desregularización y políticas neoliberales de los sucesivos gobiernos conservadores y laboristas. La formación del espacio urbano refleja una sociedad con desigualdades crecientes, exacerbadas por las políticas de austeridad impuestas con la excusa de las recientes dificultades financieras en los países occidentales.
Las desigualdades se manifiestan tanto en el interior de las ciudades como entre unas y otras. Así, hay una segregación creciente en diferentes clases y grupos de ingresos dentro de todas las ciudades británicas. A causa de los cambios en las ayudas a la vivienda, se estima que 82 000 de las familias más pobres se verán obligadas a abandonar sus hogares alquilados en el interior de Londres y a trasladarse a barrios exteriores donde el alojamiento es más barato. Se crean así guetos de pobreza y miseria en estas áreas, requiriendo mayores demandas de servicios sociales en distritos con menos recursos que las áreas centrales, que no tienen estos problemas. Dentro de las ciudades hemos visto el aumento de las ‘comunidades cerradas’, donde las personas con medios financieros procuran protegerse de lo que ellos consideran como un populacho mísero y hostil… Los disturbios de agosto, que tanto sobresaltaron al país, confirman certeramente este diagnóstico.
En los distritos comerciales y de negocios el espacio está siendo retirado paulatinamente del dominio público. Por ejemplo, los recientes desarrollos de oficinas en Londres son públicos sólo aparentemente; de hecho, sus espacios colectivos son de titularidad privada, lo que permite que los individuos “indeseables” puedan ser expulsados por guardias de seguridad privada. Incluso los arquitectos que acuden a tomar fotografías han visto con frecuencia cómo sus cámaras eran confiscadas.
Crecen también las desigualdades de las regiones del país que albergaron la revolución industrial y donde la industria pesada ha experimentado una decadencia larga —las Midlands Occidentales, el noroeste y el nordeste del país— en comparación con aquellas áreas donde la nueva industria tiende a localizarse. Las reducciones en servicios públicos como consecuencia de las medidas de austeridad actuales golpearán duramente a las regiones más dependientes del empleo público, que son precisamente las mencionadas viejas áreas industriales.
La desregularización en el campo del alojamiento ha llevado a la supresión de los estándares espaciales mínimos en la vivienda privada. De hecho en la actualidad la vivienda pública de alquiler presenta mayor calidad que la privada, dado que las cooperativas y asociaciones de vivienda aún manejan dichos estándares. Los promotores privados tratan de hacer sus nuevos desarrollos con superficies de vivienda lo más pequeñas posibles. Por ejemplo, en algunos tipos residenciales cada vez más habituales, en viviendas de cuatro dormitorios, no hay espacio suficiente para que los miembros de la familia puedan sentarse a comer juntos en el salón.