Hace casi ocho años que comencé a escribir a este blog, en enero de 2012. El material aquí vertido, tras casi 600 entradas, es un retrato del periplo recorrido durante este tiempo. La continuidad de ese relato sólo es obvia para mí. Detrás de la aparente heterogeneidad (¡multiplicidad!) de los materiales está el hilo de los encuentros personales e intelectuales, los tiempos muertos, los pasos adelante y los retrocesos, la memoria de innumerables amigxs, y los propios ritmos e intensidades de escritura. A este respecto, el blog es también un archivo de mi propia vida cotidiana y en ese sentido la ausencia de entradas en los últimos años refleja, más allá del desbordamiento permanente de trabajo, el desplazamiento de atención a otras formas de escritura y, por supuesto, la absorción de tiempo por la paternidad. Llevo meses pensando en clausurar el blog, al menos temporalmente, por este motivo. Mientras decido cómo hacerlo para que el material producido durante este tiempo siga disponible, no quería dejar de escribir esta breve nota de adiós—o hasta luego—para lxs que habéis estado leyendo al otro lado de la pantalla.
Me gustaría hablarle especialmente a lxs investigadorxs y profesorxs en los primeros pasos de sus carreras, no para dar consejos, pero sí ánimos y enviar una inyección extra de energía. Cuando comencé a preparar este blog, en diciembre de 2011, lo subtitulé ‘Teoría e historia urbana en tiempos de crisis’. Era, al menos en mi entorno, el momento más difícil de la gran recesión tras el colapso de 2007-9 y la alusión parecía obvia. Tras años de deterioro económico a nivel nacional el Partido Popular de Rajoy acababa de llegar al gobierno con mayoría absoluta y se cocinaba una nueva ronda de medidas de austeridad que prometía convertir el legado de por sí durísimo de los últimos años del gobierno Zapatero en una etapa de políticas suaves. Quedaba lejos la primavera del 15M y, aunque en la calle se estaban forjando formas nuevas y prometedoras de asociación y activismo, el panorama político en Madrid región y ciudad, gobernados por Aguirre y Botella, era desolador.
También era un momento de crisis por motivos personales más inmediatos. Había decidido dejar la actividad profesional por la incapacidad de compaginarla con la actividad académica, pero también porque la coyuntura había hecho el trabajo de urbanista cada vez más difícil de sobrellevar—se había convertido básicamente en una labor de supervivencia en la que era imposible elegir encargos, como había tenido suerte de poder hacer hasta ese momento, y casi todo lo que llegaba era de iniciativa privada. (Paréntesis: sospechad de cualquiera que presuma de buenas prácticas con clientes privados; ya es difícil hacer ciudad mínimamente bien con la administración, con propietarios o promotores es simplemente imposible). La decisión era casi obligada, pero ni mucho menos obvia: abandonaba la práctica profesional tras casi diez años de ejercicio por una plaza de profesor asociado con contratos temporales de 10-11 meses al año y una remuneración pírrica, poco más de 500€ al mes.
En ese contexto, entre anuncios diarios de recortes a todos los niveles—incluida la universidad, por supuesto—, comenzaba a preparar este blog. No me quejo, en realidad era extremadamente afortunado porque podía elegir unos años de precariedad con la perspectiva de consolidar mi posición en la universidad más adelante. Los que entraban a ejercer la profesión en ese momento lo tenían mucho peor, por no hablar ya de las esferas de trabajo donde la crisis estaba desintegrando la vida y futuro de millones de personas. Me permito este tono confesional, algo obsceno, sólo para transmitir ánimo a todxs aquellxs que están tanteando la posibilidad de adentrarse en la investigación o la carrera académica: si es lo que os apasiona, confiad en vuestras fuerzas y perseverad en ello, en el formato que os permita sobrellevar todo con dignidad. Merece la pena. La universidad—al menos la universidad a la que muchxs aspiramos—es un espacio de privilegio, si no en sentido material, sí en sentido intelectual. Desde ella podemos decir y pensar lo que queramos. Sigue siendo, si se quiere ejercer, un espacio de libertad en un momento en que éstos van desapareciendo, incluso dentro de la propia academia. Ánimo, fuerza y rabia.
Os dejo, al menos de momento. Esto es sólo, espero, un hasta luego que al menos da cierto sentido de clausura a este pequeño proyecto. Confío en que los materiales y textos que han pasado por aquí hayan sido útiles en un sentido u otro. Agradezco, como siempre, su apoyo intelectual y emocional a todas las personas, cercanas y lejanas, que me han ayudado a sostener el trabajo de este tiempo. Os dejo con una cita que utilicé como emblema en la reciente oposición en la que participé, momento que también señala un colofón a esta etapa. Es un extracto del manifiesto de un colectivo radical de estudiantes de la Universidad de Trento. La “universidad negativa” a la que alude el texto sigue siendo la idea que tengo de cómo debería funcionar todo esto. Nadie lo advirtió, pero su autor tiene una historia poco homologable a la idea actual de ‘excelencia’ académica—tendréis que investigar un poco para averiguar por qué…
Lanzamos la idea de una Universidad Negativa que reafirme en las universidades oficiales la necesidad de un pensamiento teórico, crítico, dialéctico, negativo, que ponga las premisas de un trabajo político creativo, antagonista y alternativo.
Manifiesto para una Universidad Negativa, 1967.
