Contra los comunes, una vez más | Nuevas oleadas de expolio y ‘cercamientos’ en la España rural

Seguramente muchos de los lectores de este blog habrán visto ya el documental Stop al Expolio de los Bienes Comunales, rodado hace un par de años, una iniciativa de la plataforma del mismo nombre, la Plataforma para la Defensa de las Juntas Vecinales de Omaña y la plataforma 15M de León.

La amenaza de expolio a la que el título se refiere —el documental no es muy explícito sobre su origen— es la Ley de Sostenibilidad y Racionalización de la Administración Local, popularmente conocida como ‘Ley Montoro’. En su proyecto de reestructuración general de la administración pública este texto, aprobado en 2013, aprovecha para someter las Entidades Locales Menores a los requisitos de procedimiento y gestión convencionales en las administraciones locales. Las ELMs son unidades de organización sub-municipal, normalmente asociadas a una configuración territorial de pequeños asentamientos rurales dispersos muy específica de ciertas regiones peninsulares —Castilla y León, Aragón, Galicia, Asturias, Extremadura…— y, en particular, a una reliquia histórica que, a duras penas, ha logrado sobrevivir en buena parte de estos enclaves: las tierras comunales. La Ley Montoro —parte de un esfuerzo ya largo por integrar y “normalizar” estos espacios sociales— aprovechó la crisis y la excusa de la austeridad para dar un ultimátum a estos órganos: o rendían cuentas y adoptaban formas de gestión y contabilidad convencionales en un plazo de un año, o serían disueltas, quedando esos enclaves, sus servicios y bienes comunales bajo administración directa de los ayuntamientos a los que pertenecieran o incluso de agencias de gobierno provincial o autonómico. Traducido a lenguaje político: o se integraban en la norma regulatoria del aparato de estado y adoptaban criterios de racionalidad económica —perdiendo su orientación tradicional a primar el bienestar colectivo, el cuidado del medio y el equilibrio democrático sobre el superávit local— o las ELMs desaparecerían. Con ellas, advierten los colectivos que realizan el vídeo y los que se han opuesto a la ley, desaparecerían las tierras comunales, las formas de vida y prácticas materiales asociadas a ellas y, en última instancia, los modelos de autogestión colectiva a nivel local que sustentaban la organización de estos asentamientos y su autonomía relativa. Esas tierras, en efecto, pasarían a estar gestionadas por órganos desligados del territorio y, muy probablemente, tratadas como tantos otros “baldíos” — la calificación, ya se sabe, la debemos a una ex-presidenta autonómica que habría hecho las delicias del mismísimo John Sinclair. Les espera la urbanización, la explotación por la agroindustria o el abandono.

Los aficionados a este blog y los que hayan leído algunos de los trabajos que he publicado conocen mi interés por las formas históricas de desposesión de los comunes, lo que los anglosajones, en una popular sinécdoque, denominan ‘enclosure‘ (cercamiento), en alusión al episodio histórico de ataques contra las tierras comunales en la Inglaterra precapitalista (pueden encontrar textos sobre el tema aquí, aquí y aquí). Ese momento ha servido de inspiración a un buen número de activistas e intelectuales críticos para repensar el proceso de consolidación del capitalismo y la lucha contra el mismo: lejos de ser un capítulo marginal de la historia, perdido en el tiempo, la destrucción de los comunes, la desposesión de la riqueza que la gente crea en común, sería un aspecto estructural en la consolidación, transformación y capacidad de supervivencia del capitalismo… a la vista está, y el movimiento 15M y otros activismos han interiorizado perfectamente el mensaje. Entre el amplio número de autores que han alentado esta hipótesis figuran Michael Hardt y Toni Negri, el colectivo Midnight Notes, Massimo de Angelis, David Harvey o Silvia Federici, por citar sólo los más conocidos.

El proceso que hoy vive parte de nuestro oprimido mundo rural es sin duda problemático. No se trata ya, desde luego, de las formas comunales plenas del pasado, sino de residuos asediados por múltiples flancos e inevitablemente insertos en una estructura social mercantilizada y monetarizada. El proceso de ‘normalización’ jurídica y por tanto, en buena medida, regulatoria, se abrió hace mucho tiempo. Sin embargo el documental muestra claramente cómo sigue vivo aún ese vínculo sociomaterial tan característico de los espacios comunales y la sensación de autonomía y libertad que deriva de la autogestión colectiva. Están ahí la sensación de proyección individual y grupal sobre el medio y el territorio —la Vergegenständlichung de Marx— que produce la sensación de apropiación e identificación con el paisaje; la particularidad de un universo que vive según procedimientos, ritmos y límites geográficos ligados al quehacer y la práctica cotidiana y ajenos a la visión abstracta del estado; la densa red de interacciones comunitarias que sostienen servicios de apoyo mutuo y facilitan una reproducción social parcialmente ajena al mercado; la economía frugal —¡eso sí que es austeridad!— de la gestión comunal, etc. También se aprecian, desgraciadamente, tácticas viejas del poder formal, como evitar el ataque directo (la expropiación, etc.), empleando mecanismos burocráticos para organizar la desposesión; el papel de la administración pública como intermediaria en un proceso que beneficia finalmente a los grandes capitales, la instrumentalización de lo ‘público’ como un puente regulatorio para convertir lo ‘común’ en ‘privado’…

Historias de ayer y hoy, de aquí y de allá, que como se indica en el documental siguen reapareciendo, a escala planetaria y en una dimensión sin precedentes, en los descomunales acaparamientos de tierra en Asia, África y America Latina. Desgraciadamente el proceso abierto por la Ley Montoro hacía muy difícil un final feliz. A fecha de hoy buena parte de las ELMs afectadas han rendido cuentas y se han integrado en el procedimiento requerido para sobrevivir: un paso más hacia la subsunción de espacios diferenciales en el espacio abstracto capitalista, que diría Lefebvre. El resto, ya se sabe.

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Gracias al amigo Outsider por el enlace del vídeo.

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