La revista Scripta Nova acaba de publicar el artículo ‘Aporías de una ideología urbanística: arquitectura, territorio y capitalismo en el trabajo de Martin Wagner’ (acceso libre); se trata de uno de los trabajos derivados de la investigación de su archivo personal en Harvard, desarrollado el año pasado durante una estancia en el GSD (más información sobre el proyecto general aquí).
Fue revelador —casi doloroso— descubrir en el Wagner americano una figura totalmente alejada del retrato heroico que la historiografía ha construido habitualmente: el técnico comprometido políticamente con la socialdemocracia y los sindicatos de la República de Weimar, con los programas de vivienda social y los servicios públicos, etc. Lejos de ese perfil, el Wagner que encontré en Cambridge prefigura las dimensiones más oscuras del urbanismo de la segunda mitad del siglo XX, planteando dudas sobre el alcance y posibilidades de nuestra práctica en el contexto de una producción capitalista del espacio. Como él mismo concluyó:
“Creo que nuestros programas de vivienda han sido hasta ahora un fracaso absoluto. Se trataba de políticas impotentes y dubitativas que trataban de ignorar la base capitalista de nuestra economía y de introducir algún tipo de socialismo en su engranaje. ¡No funcionaban! … Creo de veras que no es posible un compromiso entre capitalismo y socialismo en este momento, especialmente no en EE.UU. Por tanto tendremos que comprometernos para mejorar drásticamente el sistema capitalista … por el momento no hay otra solución al problema de la vivienda en este país.”
En otro trabajo que aparecerá en breve en Planning Perspectives me centro más en los detalles de su etapa en EE.UU. El artículo publicado en Scripta Nova proporciona una visión más amplia de la trayectoria de Wagner, utilizando la experiencia norteamericana para releer críticamente su contribución como jefe de los servicios de urbanismo de Berlín en la segunda mitad de la década de 1920, su colaboración con los sindicatos, su militancia en el SPD.

Martin Wagner, hacia 1950
A pesar de las sombras que mi investigación arroja sobre él, la figura de Wagner sigue pareciéndome de una estatura gigantesca, crucial para comprender los modos en que la arquitectura y el urbanismo del siglo XX intentaron convertirse en una herramienta útil y realista de cambio social — pensemos, por ejemplo, que hablamos del primer técnico que sugiere en Alemania la creación de un impuesto sobre las rentas inmobiliarias para financiar programas de vivienda social. Pero, más allá de su interés histórico, Wagner me parece además totalmente actual para comprender las contradicciones de la arquitectura y el urbanismo “progresistas”, a dos niveles: por un lado, los estrechos márgenes de maniobra y las conflictivas vías de escape para un programa local de corte socialdemócrata en un contexto de austeridad en las agendas supramunicipales; por otro, los campos ciegos y límites de la ideología arquitectónica dominante, su problemática combinación con la propia condición de clase del técnico, y el modo en que ambas inhiben resultados realmente emancipadores y democráticos que trabajen para la consecución de una mayor justicia socioespacial. La primera contradicción puede leerse hoy en la gestión cotidiana de los llamados “ayuntamientos del cambio”. La segunda, por desgracia, sigue totalmente vigente en nuestras escuelas de arquitectura, como explico en el apartado de conclusiones del artículo, bastante beligerante.
Ahí va el resumen:
La arquitectura y el urbanismo del Movimiento Moderno se presentaron inicialmente como artífices de una transformación socioespacial emancipadora, pero parte de su legado resultó tremendamente lesivo para las ciudades y sus habitantes más humildes. Este artículo explora esa paradoja mediante un análisis del trabajo de Martin Wagner —figura tradicionalmente destacada por su compromiso político— con especial atención a una etapa apenas conocida de su carrera: su actividad docente e investigadora en la Universidad de Harvard. Wagner desarrolló en EE.UU. intuiciones previas sobre una ‘rehabilitación’ general del modelo urbano y regional, siguiendo un principio intelectual explícito de asimilar en el proceso de diseño la lógica del capital y el desarrollo espacial desigual con el fin de asegurar la viabilidad de sus propuestas. Aunque su autor las presentó como un nuevo patrón de asentamiento ideado “para el pueblo y por el pueblo”, esta visión prefigura algunos de los episodios más sombríos del urbanismo de las décadas posteriores. En su particular crudeza el Wagner americano permite comprender mejor no sólo su contribución durante la República de Weimar, sino también el alcance del ‘déficit’ político, contradicciones y aporías de un sector dominante de la ideología arquitectónica y urbanística en el siglo XX.