El próximo número de la revista Ciudades incluye un interesantísimo monográfico sobre el urbanismo ‘contra-reformista’ que explora perversiones varias de la práctica reciente en su relación al auge y debacle inmobiliario en nuestro país, y el eclipse de las viejas aspiraciones welfaristas de nuestra disciplina en el nuevo contexto de austeridad. Contribuí a ese número con un texto titulado, algo lacónicamente, ‘Urbanismo, crisis y austeridad’. Aunque la revista estará en la calle en breve, me parecía oportuno detenerme en un aspecto que el artículo sugiere pero no desarrolla mucho y que está, lamentablemente, de rabiosa e impuesta actualidad por la agitada pugna de estos días en torno a Grecia y su enfrentamiento a la inflexible Alemania de Merkel y Schäuble. En particular, me refiero al problema de la deuda y el rol directo de Alemania en sus orígenes.
A estas alturas casi todos habrán oído o empleado argumentos sobre la responsabilidad de Alemania en las discusiones sobre la crisis inmobiliaria española, el posterior rescate a la banca y la caída del estado en la espiral de deuda soberana. La versión breve de esa hipótesis venía a responder al machacón eslogan, tan habitual hace unos años, de que habíamos vivimos “por encima de nuestras posibilidades” durante los años de la burbuja. Frente a la insistencia en esa idea simplista —y su devaluación de la crítica que, desde el campo del urbanismo sostenible, se había dirigido a la década “dorada” del ladrillo por su insostenibilidad ambiental y económica— muchos empezaron a advertir que la irracionalidad exuberante de la construcción en España tenía no sólo motivos domésticos, sino también foráneos. La inversión extranjera, en forma directa —por la adquisición de bienes inmuebles— o indirecta —por la financiación de activos asociados a ellos—, tenía un papel importante en el recalentamiento y crecimiento de la burbuja. Entre los co-responsables, varios países europeos, especialmente Francia y Alemania.
Yo mismo, de forma intuitiva, había empleado este argumento a menudo, de modo que tomé el artículo de Ciudades como oportunidad para profundizar algo más en el asunto. En todo esto seguía las indicaciones del maestro Vicenç Navarro, que había sostenido esta idea en varias entradas de su blog, especialmente aquí. En particular, me interesaba comprender la evolución paralela del flujo de crédito de Alemania a España —fundamentalmente interbancarios, aunque no sólo— y de las hipotecas en nuestro país, su orden de magnitud, así como su relación particular con ciertos hitos del urbanismo y la crisis recientes.
El resultado puede leerse sintéticamente en los dos gráficos siguientes. El primero muestra la evolución en cifras absolutas, adecuadamente escaladas, de ambos factores; el segundo muestra la evolución del ratio entre volumen de financiación en España y volumen recibido de Alemania.
Como puede apreciarse el despegue del crédito alemán coincide en el tiempo con el de las hipotecas en España, y en ambos podría leerse una relación con el arranque del nuevo marco legislativo para el proceso urbanizador en 1998. Tras una década de ascenso imparable, las concesiones de la banca de Alemania se elevaban a 192.711 millones de euros en agosto de 2008 (casi un 8% de su PIB ese año, el equivalente a un 17,7% del PIB español), justo antes del desplome.
La cifra cae en picado inmediatamente. El motivo: se descubre que los bancos alemanes han depositado cuantiosas sumas en los productos tóxicos asociados a las hipotecas subprime estadounidenses y se ven arrastrados por la crisis en EE.UU. En ese momento el flujo de crédito se congela y el pánico alemán se convierte en el principio del fin de la burbuja española. La entrada de capital germano en España no va a estabilizarse hasta, ¿adivinan cuándo? Sí, el rescate de nuestra economía por la UE en septiembre de 2012, una vez que el nuevo mecanismo de disciplina financiera y austeridad asegura a los acreedores alemanes –con especial relevancia de los planes de pensiones– la estabilidad de su inversión.
Como indico en el artículo:
“El rescate consumará el trasvase paulatino del problema de la deuda del sector privado al público, asegurando la satisfacción de las cantidades prestadas a los bancos europeos y empujando al Estado a una espiral alimentada por la especulación internacional contra la deuda soberana. Por supuesto, ni el déficit ni la deuda pública crearon la crisis inmobiliaria – más bien le suceden. Sin embargo este escenario se convertirá en la excusa ideal para el despliegue de un proceso de neoliberalización sin precedentes bajo el marchamo de la austeridad. Como afirma Paul Krugman (2012), ‘la recuperación económica nunca ha sido el objetivo; la defensa de la austeridad siempre ha pretendido utilizar la crisis, no resolverla’”.
En definitiva, todos somos, de un modo u otro, víctimas de la huida hacia delante del capital alemán por vía financiera. Como decía antes la información ya era conocida, aunque no he tenido oportunidad de encontrar una visualización de este tipo. Desde luego no pretendo que estos datos expliquen todo o que eximan de culpa al entramado municipal-inmobiliario y técnico patrio. Pero estos gráficos permiten identificar claramente que la historia oficial y la asunción de culpas que recetaban PP y PSOE eran de un simplismo burdo.
Por lo demás el artículo se centra sólo parcialmente en estos aspectos; de hecho repasa en una perspectiva más amplia la articulación de nuestra disciplina a diversos procesos de crisis históricas, con sus correspondientes encrucijadas políticas y resoluciones o spatial fixes. Ya les digo, en la calle en breve.
Como siempre cualquier comentario, matiz o corrección sobre los gráficos o el argumento general son bienvenidos.
Pingback: Especial de la revista Ciudades y nuevo artículo | La urbanística contra-reformista | multipliciudades
Pingback: Los cientos de reyes españoles – Mi sitio