El urbanismo de Franco y la producción de comunidad

Leyendo estos días en paralelo varios libros sobre el urbanismo durante la dictadura franquista, normativa del régimen y un par de piezas de Jacques Rancière… y tratando de no caer en la indigestión con todo esto, claro está, en el proceso de preparación de la intervención que haré en el encuentro sobre el urbanismo de las dictaduras de Weimar.

La idea es montar una exploración muy breve, apenas un puñado de indicios, para intentar comprender cómo los totalitarismos desplegaron un régimen socioespacial propio para el desarrollo de lo que en otro lugar denominé las “políticas de la comunidad”. La producción de comunidad a través de mecanismos espaciales era uno de los rasgos característicos que identifiqué en el urbanismo de la primera mitad del siglo XX y se trataría ahora de poner esa hipótesis a prueba con el caso de los regímenes fascistas. El tema, en todo caso, no es nuevo para mí, porque ya en la tesis investigué bastante a fondo cómo ese proyecto de ingeniería socioespacial había sido articulado durante el III Reich. Las ideas de Volksgemeinschaft (comunidad nacional-popular) y Gemeinschaftfremde (ajenos a la comunidad, el calificativo asignado a rojos, judíos y otros elementos “indeseables”) habían servido de punto de pivote en aquel momento para una investigación que abarcaba desde las colonias modelo del sindicato vertical alemán (el Deutsche Arbeitsfront) hasta el urbanismo del Lager, con un remate en los planes y diseños para el sistema de campos de Auschwitz-Birkenau.

No es difícil encontrar numerosos puentes hacia el caso español, empezando por la propia idea de “comunidad nacional” que aparece estampada, sin ir más lejos, en el preámbulo del Fuero de los Españoles de 1945. El desarrollo ahora consistiría en explorar muy brevemente cómo esa idea de comunidad se perfila y materializa en la producción del espacio franquista. Aquí es donde entra Rancière y dos de sus nociones: la del “reparto de lo sensible” (le partage du sensible), un concepto que permite aunar análisis político y estético al explorar cómo el ejercicio de gobierno se produce, entre otros, a través de una distribución en el espacio y el tiempo de los cuerpos y sus formas de ser y hacer, de aparecer en público, etc.; y la del “régimen de policía” entendido en un sentido amplio como la forma de gobierno que emplea aquel reparto de lo sensible para totalizar los significados posibles del espacio social e impedir la emergencia de una irrupción verdaderamente política, esto es, antagónica al orden establecido. El potencial de una aplicación de este marco de lectura al análisis del urbanismo totalitario es obvio, aunque también alberga dificultades mayores, empezando por la simplicidad del análisis político —es decir, en sus propios términos, de lucha de clases— que Rancière emplea. Espero ir deshaciendo el nudo en los próximos días.

Si el reparto de lo sensible que los totalitarismos han desplegado en sus producciones de comunidad es a menudo contradictorio, incompleto y lleno de fisuras, en el caso español estamos ante un escenario especialmente quebrado. Empezando, por ejemplo, por el desarrollo geográficamente desigual del proyecto de producción de comunidad del régimen. El campo, lo sabemos, concentró buena parte del sueño del franquismo y también las experiencias más logradas de construcción de esa comunidad entre espectral y populista en los urbanismos totalizantes de los nuevos poblados rurales de Regiones Devastadas y el Instituto Nacional de Colonización, universos siempre gravitando alrededor de esos centros jerárquicos que desde la plaza del pueblo aglutinaban los aparatos de socialización de la población en los principios del movimiento nacional: la casa de FET y JONS, la iglesia y las dependencias de Acción Católica Española, el edificio de la Hermandad Sindical, la Escuela, los locales de la Sección Femenina…

En la ciudad, también lo sabemos, la historia fue mucho más complicada y Falange dobló la rodilla ante la inercia tozuda de la propiedad del suelo y la búsqueda del beneficio inmobiliario. Sólo algunas pequeñas experiencias condensan el programa social llevado a cabo en el campo en el corazón de la ciudad. La Colonia del Parque Móvil de Madrid, un caso que estuvimos estudiando el curso pasado con los alumnos de doctorado Mayte Arnaiz, José Carpio e Irene Rodríguez, servirá de ejemplo para este pequeño grupo de experimentos urbanos.

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1 Response to El urbanismo de Franco y la producción de comunidad

  1. Observer says:

    Un tema interesantísimo!!! El problema del reparto de lo sensible es la imputabilidad: si uno acepta en este caso que Franco no era en agente productor de dicho reparto, sino que estaba sujeto a él en la misma medida que cualquier otro ciudadano, la cuestión es la de localizar a los sujetos de enunciación ideológica, que probablemente sean agencias infrastructurales. La crítica ideológica se complica mucho cuando uno acepta que todos los participantes en la reproducción de ideología son “agentes dobles”: por una parte sujetos activos de enunciación, y simultaneamente objeto-receptáculo de los enunciados. En el reparto de lo sensible todos somos juez y parte, las responsabilidades se diluyen en la necesidad histórica, la de las cuestiones materiales.S2!!!

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