Antes de mi salida para Cambridge me recomendaba otro Carlos, historiador para más señas, ese poema en el que Dámaso Alonso se preguntaba por el devenir (“por qué anhelas, hacia qué resbalas, para qué vives”) y el propio nombre (“dime, di, por qué te llaman Carlos”) del río Charles durante su etapa como docente en Harvard. En el severo invierno de Nueva Inglaterra Alonso —con Jorge Manrique al fondo, por supuesto— se terminaba confundiendo con su río, resbalando en “una tristeza, muy mansa y gris, que fluye / entre edificios nobles, a Minerva sagrados”, anhelando un futuro que no terminaba de revelarse.
Hace ya una semana de mi llegada aquí. Contemplando el río después de estos primeros días frenéticos sólo puedo refutar al poeta: hay otros ríos verdaderamente tristes, ríos subalimentados que ni son ríos, que se ahogan entre pantallas de hormigón y no parecen buscar futuro alguno. El Charles, será por la primavera, es un río que bulle con la actividad de sus riberas, con los kilómetros de estantes atestados de libros que lo animan.
Esta semana he empezado en la participación en los seminarios que Neil Brenner dirige: uno dedicado a metodología en las ciencias sociales, con una sesión semanal dedicada a un autor específico (esta semana tocó Lefebvre y dado el uso que Neil ha hecho de este autor fue muy interesante); el otro seminario está organizado en torno a su Urban Theory Lab, grupo de investigación con el que explora desde hace unos meses los procesos de ‘urbanización planetaria’ en una serie de territorios extremos. Mi presencia aquí tiene que ver precisamente con este último, con vistas a que mi trabajo —en particular el tema del enclosure— sirva de contrapunto historiográfico al análisis de procesos contemporáneos que ellos están llevando a cabo.
Lo primero que destaca en estos cursos es la extraordinaria intensidad que los alumnos ponen en ellos. Se trata de sesiones largas, de tres horas, organizadas en torno a la producción de mapas conceptuales que sirven para ordenar la discusión colectiva. El profesor proporciona unos parámetros iniciales para el debate y va abriendo nuevos temas conforme avanza la clase, pero los verdaderos protagonistas son los estudiantes… ¡y qué estudiantes! Más allá de sus aptitudes personales, lo que llama la atención es su actitud de entusiasmo y participación constante. En realidad es el espíritu que rezuma toda la Graduate School of Design, especialmente en el espacio de trabajo personal de los alumnos en su sede principal, el Gund Hall.

De nuevo Brenner, en la presentación del marco general para el desarrollo del resto del seminario sobre urbanización en territorios extremos.
Mi segundo amor, muy de cerca, es la Widener Library: cada vez que voy no sé si entrar o sentarme a llorar en las escaleras. Alberga, dicen, tres millones de libros, y la colección de ciencias sociales es interminable. En realidad no son tantos; la Complutense de Madrid tiene en torno a esa cifra, aunque dispersos en sus distintos centros. Lo impresionante de la Widener es la posibilidad de acceso abierto a sus depósitos; paseando por ellos encuentras verdaderas joyas y es probable que deteniéndote en ellas no llegues jamás al libro que era inicialmente tu destino.
En fin, ha sido una semana de calentamiento intensivo y arreglos logísticos y ahora toca ponerse a trabajar. Además de las clases en un par de semanas tendré una conferencia sobre mi trabajo personal y hay cuatro tareas de escritura pendientes para mi estancia aquí. El flujo de entradas en el blog va a resentirse, pero manténganse ahí, que las noticias irán llegando.
¡Cuánto tiempo! Y qué envidia por esta energía y profusión en los paneles de Brenner.
Espero se contagie por aquí… Gracias por la inspiración!
¡Qué bien suena todo, Álvaro! Sobre todo el taller de Lefebvre…¡con Neil Brenner! Increíble experiencia.
Disfruta mucho y mantennos informados cuando el tiempo te lo permita.
Un abrazo,
Sonia.