Hace 20 años que se demolió Kowloon, ese hito de la desterritorialización administrativa y la espontaneidad informal que, a medio camino entre Çatalhöyük y Manhattan, inflamó la imaginación de arquitectos “modernillos” e ilustradores post-anime.
Con una densidad de casi 20.000 personas/Ha. (más de 6.000 viv/Ha. en nuestros estándares occidentales), el enclave era un lugar de superposición de todo tipo de realidades: desde redes informales de manufactura y comercio (podían encontrarse talleres y establecimientos en cualquier punto del conjunto), a soluciones autogestionadas de servicios colectivos (guarderías, etc.), a las mayores muestras de miseria y crimen, más allá del control de las autoridades de Hong Kong (el barrio era administrativamente parte de China, de modo que las autoridades no podían detener a los traficantes y otros delincuentes que vivían en el complejo).
El South China Morning Post ha publicado recientemente el siguiente esquema para conmemorar el vigésimo aniversario de su demolición e, inevitablemente, la curiosidad urbanística se ha mezclado con viejas memorias de la infancia: las de aquellas fabulosas entregas de 13, Rue del Percebe con que el gigante Ibañez nos dio una inadvertida lección sobre el espacio social en un inmueble de vivienda colectiva. El póster del periódico muestra no sólo una sección hiperdetallada de la vida que pululaba por los intersticios de Kowloon, sino también su evolución histórica y otros datos relevantes.
Hoy, prodigios e ironías urbanísticas, la “ciudad de la anarquía” es un parque que evoca la arquitectura y el jardín oriental…





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