No descubro a nadie nada nuevo si menciono que una de las obras clave para comprender lo que ha pasado en la cultura y la sociedad de las últimas décadas es La societé du spectacle (versión castellana aquí), de Guy Debord, o que las intuiciones situacionistas siguen preñando el discurso no sólo del arte y la crítica cultural, sino de toda una serie de prácticas más amplias de forma explícita o implícita. Entre ellas, desde luego, la reflexión urbanística; al menos algunos pensamos que las sugerencias de la psicogeografía, el urbanismo unitario, etc. son útiles de trabajo que —haciendo una violencia considerable sobre su formulación inicial— deberíamos incorporar al análisis urbano. Así, por ejemplo, no dude en proponer la incorporación de un ejercicio de deriva cuando tuve oportunidad de participar, junto a un grupo amplio de profesores, en la definición del programa de una de las nuevas asignaturas del plan de estudios de la ETS de Arquitectura de Madrid. No es, desde luego, una novedad (sin ir más lejos, aquí tenéis a los amigos chilenos de taller 51 con una experiencia similar), pero dejémoslo en que sigue siendo, desgraciadamente, una rareza.

En fin, al grano y de vuelta a La sociedad del espectáculo. Muchos sabréis de las andanzas fílmicas de Debord y sus secuaces y conoceréis que existe una versión cinematográfica del texto, plagada de détournements y demás desplazamientos semánticos. En su día me costó un pequeño infierno conseguir una copia. Hoy la cosa es mucho más fácil: los que no la hayáis visto podéis hacerlo en YouTube, subtítulos en castellano incluidos. ¡A disfrutar, que la vida cotidiana cada vez nos da menos alegrías!