Siguiendo con el hilo sobre Eurovegas (ver entrada anterior), parece que finalmente los rumores se confirman y el proyecto recalará en alguno de los emplazamientos ofrecidos en la región madrileña, al parecer Alcorcón. Las reacciones por parte de las plataformas que se han opuesto al proceso no se han hecho esperar. Otro hito más en una historia que esta semana daba un giro clave al anunciar la Generalitat catalana que su oferta por el complejo de casinos y actividades paralelas (iba a escribir “daños colaterales”…) había caducado y se retiraba de la puja. Por esa suerte de mito que atribuye a los dirigentes catalanes algo más de raciocinio que al resto de políticos profesionales en España, muchos creímos que sus instituciones se habían dado cuenta finalmente del flaco favor que hacían a su región con esa iniciativa. Sin embargo pocos días después se sabía que el Eurovegas catalán se sustituía por otro megaproyecto de ocio, Barcelona World, en compañías no menos turbias que las de Adelson — aunque aparentemente algo más respetuosas con el Estado de Derecho urbanístico, laboral, etc.
Parece que no hay remedio y, con independencia del color político, el único proyecto en el horizonte de este país es movilizar la acción y el capital público para buscar dinero fácil, cueste lo que cueste, caiga quien caiga. Parece inscrito en el código genético histórico de nuestros dirigentes. Somos incapaces de planificar una alternativa de futuro sostenible en términos sociales, económicos, ambientales e institucionales: ¿dónde han quedado los tímidos debates del inicio de la crisis sobre la modernización de nuestra industria, la inversión en investigación e innovación, la oportunidad de aprovechar la coyuntura para darle un giro verde a nuestras economías?
Pero, además, no se trata sólo de las repercusiones futuras. Pensemos en el atropello que estamos cometiendo hoy al considerar las condiciones que exige Las Vegas Sands antes de otro tipo de proyectos de crecimiento: entre otras, flexibilizar el Estatuto de los Trabajadores y la Ley de Extranjería, disfrutar de exenciones en el pago de las cuotas a la Seguridad Social y de rebajas de hasta el 95% en todos los impuestos estatales, regionales y municipales, presionar al Estado para que garantice préstamos en condiciones favorables desde la Unión Europea, disponer de nuevas infraestructuras (metro, cercanías, carreteras, AVE) de acceso al complejo con cargo a la administración regional y nacional, cambios en la ley antitabaco, en las normas de prevención de blanqueo de capitales… y, por supuesto, habrá que ver cuál es la resolución urbanística y territorial de todo esto, de qué forma se sientan precedentes para la desregulación también en nuestro campo, etc.
Con todo, no podemos permitirnos las consolaciones con una idea falsa del rol de nuestra disciplina en este tipo de procesos. No creo que tengamos mucha legitimidad para vernos como los “chicos buenos del plan” contra la oleada de desregulación que nos asola. El campo del urbanismo y la planificación no son, desde luego, inocentes en este sentido y de nuevo la historia nos da lecciones que, Santayana dixit, debemos aprender para fundamentar nuestras críticas actuales. Creo que no me falla la memoria cuando recuerdo cómo el mismísimo Sir Peter Hall —al que nadie acusará de estar en contra del planning— comentaba, no sé si en algún texto o alguna ponencia, su papel protagonista en los primeros tanteos para la creación de una zona franca para los mercados financieros en el Londres posterior a la crisis de los 70 — el embrión de lo que llegaría a ser la operación de remodelación de los Docklands, que todos conocemos.
La inmoralidad generalizada de las actividades directas y derivadas de Eurovegas impacta de forma aparentemente más dura que la inmoralidad “diferida” del capitalismo financiero en los Docklands, pero a nivel urbanístico ambas soluciones presentan una lógica de construcción de órdenes sociales y una racionalidad de gobierno radicalmente opuestas a las clásicas de la planificación fordista y a las de los propios experimentos iniciales del urbanismo en el XIX, que comentaba en la entrada anterior sobre el tema. En fin, se dibuja un futuro “interesante”, en el sentido más “chino” de la palabra. Los Ángeles y sus despropósitos socioespaciales dieron lugar en los 1980 a una escuela propia dentro de los estudios urbanos críticos (ahí están los Davis, Soja, Dear…), dedicada a explorar todas las patologías derivadas de ese entramado económico y territorial; ¿quién sabe si dentro de una década tendremos nuestra propia y triste ‘Escuela de Madrid’?
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